Cuando era niña siempre soñé con tener poderes. El día que cumplí los siete años me puse una toalla a modo de capa creyéndome Supergirl. Ahora que soy mayor, odio mi poder. Muchos pensarán que estoy loca por odiar ser invisible, pero es un poder que yo nunca he querido y que, por circunstancias de la vida, me ha sido otorgado.
Cuando tienes semejante poder, se te pasan millones de ideas por la cabeza. No sabes si utilizarlo para bien o para mal. Pero claro, tampoco soy una santa. He pensado que gracias a mi invisibilidad podría robar un banco, colarme en el cine, hacerme pasar por un fantasma, viajar gratis o espiar a mis hijos.
Vayamos por partes:
Lo de robar un banco es una idea que me viene a la cabeza casi a diario, sobre todo cuando no llevo nada en mis bolsillos. Sí, nunca llevo dinero. Algo que en este mundo capitalista en el que vivo es una auténtica rareza, pero así soy yo; toda una heroína.
Colarme en el cine… Pensándolo bien, tampoco es algo que me atraiga mucho. Prefiero quedarme sentadita donde estoy. Además, ¿qué mejor película que la mía? Si yo os contara… Mi padre fue un borracho toda su vida. Primero pegaba a mi madre y cuando la dejó en coma, le dio por mí. Un día me dio tal paliza, que me partió tres costillas. Un auténtico hombre, sobre todo cuando saciaba su masculinidad conmigo.
La idea de hacerme pasar por un fantasma me atrae. Pero claro, si entro en una casa ajena a asustar a sus inquilinos, ¿me convertiría en una okupa? Es una pregunta difícil de responder y como no tengo a nadie que me dé respuesta, prefiero quedarme sentadita donde estoy. Ya sé que lo he dicho antes, pero estoy mejor sentadita. Total, la gente pasa por mi lado y ni siquiera me mira. Son las consecuencias de ser invisible.
Siempre me ha gustado viajar, aunque ahora mismo me es imposible. ¿Os imagináis dentro de un avión rumbo al Caribe soportando un hedor repugnante? Como nunca he querido molestar, prefiero quedarme donde estoy, sentadita. Aunque huela mal. No me importa. Total, la gente pasa por mi lado y ni siquiera me mira. Son las consecuencias de ser invisible.
¿Espiar a mis hijos? Eso está mal, muy mal. Pero hace tantos años que no sé nada de ellos… Creo que viven en el extranjero con su nueva madre. Una británica que tiene mucho dinero. A mi ex siempre le gustaron los idiomas. Sobre todo cuando me quedé sin trabajo y pasé esa mala racha emocional y mental que me dejaron fuera del sistema.
Porque lo que no sabe mucha gente, es que las enfermedades psico-emocionales te pueden destruir la vida. A mí me pasó. Por eso ahora estoy aquí, sentadita cada día en el mismo sitio sin que nadie me mire. Son las consecuencias de ser invisible.
Una última cosa, ¿os he dicho que vivo en la calle?